lunes, 2 de noviembre de 2009


La alegría del campo abierto


Miles Davis dijo de la forma de tocar de John McLaughlin que era lejana y a la vez interior (‘far in’). Quizá esta definición sea acertada para expresar lo que se siente al escuchar Open Country Joy. Parece imposible que, en apenas cuatro minutos, se puedan contar tantas cosas y producir tan elevado número de sensaciones en quien la escucha. En Open Country Joy, McLaughlin construye una refinada pieza musical que invita a un complejo viaje: de un lado, la visión alegre, reposada, meditativa, del paisaje, que percibimos acogedor, casi idílico (¿tal vez la campiña inglesa?), a través del espléndido violín de Jerry Goodman (que había sido líder del grupo The Flock); del otro, las dolorosas controversias que subyacen en todo ser humano incluso cuando se supone que ha alcanzado cierta capacidad de «ver» hasta el horizonte (y algo más allá), representadas por la acerada música de la guitarra de doble mástil de McLaughlin, el impecable bajo de Rick Laird y la batería de Billy Cobham. La composición, no obstante, regresa después de la azarosa polémica que plantea, en la parte central de la misma, a la tranquilidad y alegría de los primeros compases —como mandan los cánones del jazz— para terminar con un final redondo, pleno de equilibrio. Todavía hay esperanza, parece decirnos la melodía…

John McLaughlin, uno de los guitarristas más virtuosos que ha tenido el rock (perdón, digo esto por «encasillarle» en algún género) nació en Doncaster (Inglaterra), en 1942. Hijo de una familia de músicos, su madre era concertista de violín y él mismo estudió dicho instrumento. Tocó con todos los grandes: Miles Davis (con quien grabó el legendario In A Silent Way); Carlos Santana; Jean-Luc Ponty (violinista que había tocado con Frank Zappa & The Mothers Of Invention); Brian Auger y un largo etcétera que incluye a Miroslav Vitous, Larry Coryell, Joe Farrell, Wayne Shorter y The Rolling Stones, además de Paco de Lucía y Al Di Meola, con quienes formó el Guitar Trio.

El sincretismo define la obra de este músico pionero del jazz fussion (o jazz rock), quien incluyó en sus canciones géneros como el blues, el rock, el jazz, el country, el flamenco, e, incluso, la música hindú: McLaughlin fue discípulo del gurú Sri Chinmoy quien le llamó Mahavishnu; este nombre serviría para bautizar la banda que le dio la fama: The Mahavishnu Orchestra.

La Mahavishnu produjo tres discos antes de su desaparición: The Inner Mounting Flame (1971); Birds of Fire (1973), en el que se incluía la canción que nos ocupa, y Between Nothingness and Eternity, uno de los discos en directo más potentes que se han publicado. Después de estas tres obras el grupo se disolvió, volviendo a reaparecer entre 1974 y 1975. Open Country Joy aparece, pues, en el mejor momento de la Mahavishnu.

La música, sin duda, tiene un punto de encuentro excepcional con la literatura (y viceversa) y, en 2007, escribí un relato (El río petrificado) en donde un abuelo piensa: «Hubo un momento en que así, con el sombrero en la mano, el pañuelo sobre el pelo blanco y ralo, la mirada del hombre se extravió en el horizonte; él le dijo al niño, en una ocasión, que eso nadie se lo podría quitar, que la alegría del campo abierto era patrimonio de todos los hombres». Después de tantos años recordé el título de aquella canción de la Mahavishnu para definir el horizonte que el hombre veía, supongo que sólo unos pocos se darían cuenta de ello…

No sé si hoy en día Open Country Joy podría volver a escribirse de la misma forma. No sé si ahora podría ofrecerse un debate tan pleno y complejo como el que ella plantea y un tan plácido final; posiblemente acabaría con un desolador solo de guitarra: hay tanta ansiedad en la sociedad actual que sería el mejor final para ella.

Hemos destrozado tantas cosas…

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Fotografía: Detalle de la portada del LP The Best of The Mahavishnu Orchestra (1980). Foto por: David Gahr.


AUDIO:


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