domingo, 27 de septiembre de 2009

«My Way»


Recuerdo que era una tarde cualquiera. Y ahora ustedes podrían preguntar, con toda la razón del mundo: «¿Qué es una tarde cualquiera?», todas las tardes son «cualquiera» si nos atenemos a la oración anterior. Las tardes, como las mañanas o las noches, se suceden como consecuencia de la rotación de la Tierra sobre su eje mientras gira alrededor del Sol. Visto así, el comienzo de este texto es una chapuza (es probable que la continuación también, pero eso conviene que no sea yo quien lo diga).

Otra cosa es que hubiera desarrollado más la frase, que hubiera especificado por qué era una tarde cualquiera para mí.

Cuando decimos que una tarde es «cualquiera» convenimos, por lo general, en que fue un lapso de tiempo en el que no pasó nada —o nasti, para decirlo en castizo—, una tarde que desapareció del recuerdo sin dejar rastro de lo visto u oído, del tiempo que hacía, de lo que se pensaba hacer por la noche o a la mañana siguiente, de cómo se presentía el futuro (el inmediato o bien el a más largo plazo, en cuyo caso se podría hablar de sueños)… En cambio, cuando pasa algo que por alguna razón nos conmueve, recordamos con bastante precisión cuándo y dónde ocurrió, la tarde o, mejor dicho, el momento especial que vivimos aquella tarde (o noche, o mañana) adquiere presencia para toda la vida. Pienso que así funcionan los recuerdos, que cuando no pasa nasti esos momentos vividos se olvidan para siempre, podríamos decir que mueren sin lograr perpetuarse, y, por el contrario, cuando ocurre un hecho que para nosotros sí es importante lo retenemos para siempre en la memoria. Hasta la enfermedad de Alzheimer parece respetar este mecanismo y sólo actúa sobre los sucesos vividos de forma más inmediata, respetando, por razones que aún no se saben, aquellos que acaecieron muchos años atrás y dejaron su huella (indeleble, al parecer) en la mente del enfermo.

Esta digresión que antecede, es probable que innecesaria, tiene que ver con la canción My Way, una pieza clásica del siglo pasado que dio perenne fama a Frank Sinatra: hoy muchos jurarían que la escribió él, son cosas de la gloria. La letra de My Way, sin embargo, la escribió Fred Brott y fue adaptada por Paul Anka quien, a su vez, tomó la música de la canción francesa Comme d'habitude, escrita por Claude François y Jacques Revaux, con letra en francés de Claude François y Gilles Thibaut la cual se perdió en este intrincado camino. Conclusión, preguntamos a alguien: ¿Quién es el autor de la famosa canción My Way?, es evidente que nadie se sabe de memoria el anterior galimatías y, como máximo, responderá que Anka (eso si no dice que fue Elvis Presley, quien también la cantó).

Escribir una canción sobre toda una vida es, debe ser, muy complicado, si la misma se refiere a una persona en concreto. ¿Qué partes de una vida se recuerdan como importantes? ¿Qué otras partes se habrán olvidado? La vida que se pretenda cantar no puede ser una vida cualquiera… Sin embargo, al autor le queda el recurso del arquetipo; My Way es un ejemplo, a mi entender, de ello: en sus estrofas late el ideal de la libertad individual y el romanticismo (entiéndase éste como la capacidad de enlazar de forma poética los recuerdos) que todos los seres humanos llevamos dentro en menor o mayor cantidad. Los versos de My Way elevan los recuerdos a categorías en donde todos podemos, de una u otra forma, vernos representados. Las estrofas que escribiera Brott siguen explicando, de forma poderosa, que es posible acertar y errar y, ante la muerte; tener la potestad de decir:

«Pues ¿qué es un hombre?, ¿qué es lo que ha conseguido?
Si no es a sí mismo, entonces no tiene nada.
Decir las cosas que realmente siente.
Y no las palabras de alguien que se arrodilla.
Mi historia muestra que asumí los golpes.
Y lo hice a mi manera.

Sí, fue a mi manera.»


Aquella tarde, pues, era una tarde cualquiera. Y como me aburría fui a escuchar música a casa de un amigo. La puerta de su casa la abrió su madre, a quien le pregunté si estaba él. Me dirigí hacia su habitación y cuando entré en ella vi que él estaba tirando libros por la ventana: El Manifiesto Comunista, de Karl Marx y El capital monopolista, de Paul M. Sweezy, entre otros… Luego, puso un disco de Nina Simone, desde donde escuché por primera vez la versión de My Way en la voz de alto de la cantante norteamericana, y dijo:
—Esto sí que es verdadera cultura popular: es la música para el pueblo del futuro.

Todavía alguna tarde, cuando me parece que se va a convertir en una tarde cualquiera, escucho a Nina Simone…

AUDIO:




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